Tanto la incineración o co- incineración como la deposición en vertederos presentan ciertos inconvenientes. Por un lado, en los vertederos se producen combustiones espontáneas incontroladas, con la consecuente emisión a la atmósfera de gran cantidad de contaminantes, procesos de lixiviación que pueden afectar a las capas freáticas o la proliferación de fauna. De igual forma, el tratamiento del residuo en las plantas incineradoras implica la gestión de otro tipo de materiales de rechazo propios de esta actividad, como cenizas, escorias, gases emitidos a la atmósfera o aguas residuales, los cuales contienen productos derivados de la combustión (HCl, HF, CO, CO2, NOx, SO2 y metales pesados). Aunque algunos de estos contaminantes son técnicamente posibles de controlar, lo cierto es que este sector ha sido objeto de debate y controversia durante mucho tiempo, cuestionándose siempre al final su seguridad. Esta polémica ha cobrado aún más importancia con la vinculación de la presencia de dioxinas y furanos a la práctica de estas actividades, suscitándose una gran alarma social por el riesgo potencial de estas sustancias para la salud y su impacto sobre el medio.
La similitud estructural entre las dos familias de sustancias hace que los compuestos presenten también propiedades físico-químicas análogas. En general, las PCDDs y los PCDFs son sólidos cristalinos e incoloros a temperatura ambiente que se caracterizan por una elevada estabilidad térmica y química, con puntos de fusión y ebullición relativamente elevados, estables en medio ácido y básico e incluso frente a la acción de algunos agentes oxidantes. Además, poseen un marcado carácter lipofílico que se refleja en un elevado índice de partición n -octanol/agua. Todas estas propiedades configuran un marco idóneo para considerar a estos compuestos como potenciales sustancias contaminantes altamente persistentes, capaces de experimentar fenómenos de bioacumulación y de acceder con relativa facilidad a los diferentes niveles de la cadena trófica.
Las PCDDs y los PCDFs son compuestos con un marcado carácter antropogénico que aparecen siempre como subproductos no deseados en determinadas actividades industriales. Al igual que otros tipos de sustancias organocloradas, tales como PCBs o herbicidas, las dioxinas y los furanos son compuestos que se encuentran en el medio con relativa frecuencia, sin embargo, a diferencia de las sustancias mencionadas anteriormente, nunca se han fabricado ni comercializado a escala industrial debido a que , salvo para fines de estudio, no se les conoce ninguna aplicación práctica.
Las PCDDs y los PCDFs aparecen en pequeñas cantidades como subproductos inevitables de determinadas reacciones químicas. Su presencia se encuentra vinculada a una gran variedad de procesos industriales, lo que justifica que durante este siglo se haya observado un incremento notable de los niveles de estos compuestos con el aumento de la actividad industrial. Entre las principales fuentes de producción que se conocen en la actualidad cabe destacar los procesos de blanqueo de papel con cloro o los procesos de incineración, por citar sólo algunos ejemplos.
El vínculo establecido entre la incineración de residuos sólidos urbanos y la presencia de dioxinas y furanos motivó la búsqueda de nuevas fuentes generadoras de estos contaminantes relacionadas con los procesos de combustión. Así pues, se describió también su presencia en sistemas de calefacción domésticos que emplean carbón o madera como combustible, en las emisiones gaseosas derivadas de la combustión de gasolina con plomo, en el humo de los cigarrillos o en las plantas de refinamiento y reciclado de metales. No obstante, algunos estudios recientes demuestran que las dioxinas y los furanos también pueden tener un origen 'natural'. En 1980, Bumb y Col. en su estudio ¨Química de las trazas del fuego¨ indicaron la posibilidad de que se formaran pequeñas cantidades de PCDDs/PCDFs en procesos naturales como incendios forestales o erupciones volcánicas.